jueves, 31 de marzo de 2016

Miguel García - Voluntario Camp Adwa 2015

Nunca pensé en hacer esto. Si hace dos años me llegan a decir que iba a pasar un verano de voluntario en Etiopía, no me lo hubiese creído. Pero, cuando mi hermana me contó su experiencia como voluntaria en este país, mi idea cambió, y decidí embarcarme en éste gran proyecto destinado a las personas más vulnerables, los niños, aquellos que en el futuro van a poder luchar para cambiar su país, y podrán hacer que el día de mañana, hablemos de Etiopía como un país desarrollado, sin problemas de desigualdad y en el cual los ciudadanos podrán disponer de oportunidades. 

Desde un primer momento íbamos concienciados sobre la realidad que nos íbamos a encontrar, pero, como en tantas ocasiones, la realidad supera la ficción. Muchas veces hemos oído hablar de la pobreza en el colegio, en documentales, en telediarios etc. Pero realmente uno no es consciente de esas situaciones hasta que lo vive de cerca.

Por muchas veces que nos cuenten la gran cantidad de niños y niñas que viven en la calle porque han sido abandonados por sus padres o han sufrido algún tipo de desgracia en su familia. Por muchas veces que nos cuenten que las niñas, sobre todo aquellas huérfanas, a partir de los 12 años se están prostituyendo en la calle y en clubs nocturnos, para cobrar entre 2 y 4 € por servicio. Por muchas veces que nos cuenten que hay niños desde los 2 años, incluso más pequeños, abandonados en la calle y teniéndose que ganar la vida como pueden, sin tener donde comer. Por muchas veces que nos cuenten que el papel de la mujer en este tipo de países, y, sobre todo el de las niñas, es totalmente secundario, estando subordinadas al marido y a los hombres que les rodean. Por muchas veces que nos cuenten que el abandono escolar es uno de los principales problemas en los jóvenes etíopes. Por muchas veces que nos cuenten todas estas cosas y más, hasta que no lo vives de cerca no eres consciente de que está ocurriendo.

Los niños son esclavos de situaciones en las que no han podido hacer nada. Si hubiesen podido elegir un sitio donde crecer y poder vivir, no hubiesen elegido su propio país, tal y como nos contaban algunos adolescentes etíopes.

El proyecto que pusimos en marcha con una gran ilusión, tenía como principal misión que los niños aprendieran inglés, pero con una única condición: que se divirtieran. No sólo queríamos que se fueran del campamento al acabar el día habiendo aprendido vocabulario relativo a la naturaleza, o a los animales, sino que llegaran a casa con la sensación de haber pasado un día inolvidable, realizando actividades que nunca se podrían imaginar realizar en el colegio. Y, sólo con ver cómo venían los niños por las mañanas y cómo se iban a sus casas al acabar el día, nos dábamos por satisfechos.

Parece mentira que, con las situaciones que vivirá cada uno en su casa, lleguen a las 8 de la mañana con una sonrisa que no les cabe en la cara y con muchas ganas de comenzar la jornada, siendo capaces de alegrarte la mañana cruzando una simple mirada con ellos, y cambiándote las ganas de dormir por ganas de enseñarles y pasar el día con ellos.

Cuando la gente menciona la palabra “voluntario” siempre pensamos en una persona que hace algo por los demás sin obtener nada a cambio, pero se equivocan.
 Personalmente, lo que he obtenido a raíz de esta experiencia es difícil de explicar con palabras, algo que me acompañará toda mi vida. Pensaba que iba a ir casi exclusivamente a enseñar y coordinar actividades, pero finalmente obtuve más de lo que di. 

No sólo enseñé, sino que también aprendí una gran lección de vida.

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